El poder de las palabras

Desde pequeños hemos ido aprendiendo un lenguaje, que puede ser verbal o no verbal, y que nos ayuda a expresarnos y a entender lo que los otros quieren transmitirnos. Podemos ver el lenguaje en todas partes, por ejemplo: lo que está escrito en los libros, las luces de un semáforo, la cara que pone alguien a quien no le para la micro, etc. Pero, aunque parece ser algo tan común en el diario vivir, hay un aspecto de él que no mucha gente conoce, y esta característica posee una relevancia bastante significativa, me refiero a la capacidad del lenguaje para crear realidades.
 
Las palabras poseen la cualidad de influir en la realidad que nos rodea y, de este modo, generar cambios en los acontecimientos que ocurren en nuestro alrededor. Estas palabras representan la expresión de nuestros pensamientos, creencias, deseos, etc., pero también pueden ser dichas impulsiva e irreflexivamente, sin detenerse a pensar sobre las consecuencias que podrían ocasionar. El resultado de esta acción podría ser fatal, lo cual nos lleva a sugerirles seguir lo que se señala en el siguiente dicho:
 
“Qué no salgan de tu boca palabras que no sean más dulces que el silencio”. 
 
 
Este poder de las palabras no se remite a lo que uno habla, sino que también puede utilizarse a través del dibujo o de la escritura. Es por esto que se aconseja dibujar o escribir aquello que uno desearía que le ocurriese. Este proceso de plasmar aquellas cosas anheladas es recomendable que se realice de manera muy detallada, ya que de esta forma uno contribuye, mediante el pensamiento, a que esto se concrete y se materialice en la realidad.
 
Por último, es importante añadir que se requiere de un fuerte compromiso con aquello que se desea y de un fuerte sentimiento para que la materialización se lleve a cabo, lo cual explica por qué no todo lo que hablamos, escribimos, dibujamos o pensamos se vuelve realidad.