Flores de Bach: La terapia infantil de moda

Cada vez más madres están llevando a sus hijos a terapeutas florales, como una forma de complementar el tratamiento médico de trastornos como el déficit atencional o la hiperactividad. Las flores de Bach no reemplazan a los medicamentos, pero sí ayudan a estabilizar las emociones que estos males desequilibran en los niños. Por eso, cada día ganan más adherentes, mientras el Ministerio de Salud las reconoció oficialmente como terapia complementaria y está en estudios para incluirla dentro de la cobertura de Fonasa.

La mayoría de las madres que llegan con sus niños a la consulta de un terapeuta floral, lo hace escapando de los medicamentos. Esa misma motivación impulsó a Luz María Venegas, hace casi dos años, a consultar por sus hijos, Florencia (10) y Matías (6). La mayor tenía un diagnóstico de déficit atencional, mientras que el más chico sufría de terror nocturno. Y, en ese tiempo, Luz María sentía que ninguno de los dos problemas necesitaba remedios para superarse.

«En el caso de Matías, no quería que el doctor terminara diciéndome dele tal droga para dormir. El problema iba mucho más allá de que el niño durmiera o no. Debía vencer su miedo», recuerda Luz María. Con Florencia, el neurólogo había advertido que quizás tendría que tomar medicamentos. «Pero para mí la base estaba en entender por qué la niña se desconcentraba. Pensaba que no era su camino tomar un remedio».

Alentada por un reportaje que hablaba sobre terapias alternativas infantiles, Luz María visitó a una terapeuta floral. «Ella me aterrizó en lo que yo de alguna manera percibía: que mis hijos no estaban equilibrados emocionalmente, y que con la terapia floral podríamos restablecer ese equilibrio».

Con ese diagnóstico, Matías y Florencia comenzaron el tratamiento. «A los tres días de empezar a tomar gotitas, Matías ya estaba durmiendo y nunca más se volvió a despertar de noche. Y, con Florencia, vamos lento, pero seguro. Las gotitas le han servido no sólo para aprender a concentrarse, sino también para reforzar su autoestima».

¿Qué tienen las flores de Bach que cada día están ganando más adeptos en el tratamiento de enfermedades infantiles? Los especialistas explican que, así como los medicamentos intervienen sobre los síntomas del cuadro clínico, la terapia floral ayuda a contrarrestar el desequilibrio emocional que el niño sufre cuando está enfermo, y que siempre termina agudizando su mal. «Todas las enfermedades tienen un correlato emocional que significa una fuerte repercusión en el niño», afirma la sicóloga infanto-juvenil Soledad Ross, especialista del centro de terapias florales Mount Vernon. En trastornos como el déficit atencional, uno de los males más recurrentes de los niños que consultan, muchos de ellos tienen dañada su autoestima, lo que se sobrepone a cualquier tratamiento tradicional que quieran seguir.

«El déficit atencional es una condición madurativa del cerebro, no una enfermedad. Cuando se suministra un medicamento, lo que se hace no es curar el problema, sino ayudarlo sintomáticamente mientras el niño madura. Pero, ¿qué pasa con la esencia de ese niño? Sigue siendo un niño que se siente dislocado de la sociedad. Ese sufrimiento que acompaña su condición – por el rechazo de los profesores, el fracaso, la repitencia de curso- , lo puede aliviar la terapia complementaria, no el remedio», sentencia la neurosiquiatra infantil Amanda Céspedes, precursora en recomendar la terapia floral como tratamiento alternativo a muchos de sus pequeños pacientes.

En ellos, asegura, ha visto grandes cambios después de haber iniciado una terapia complementaria con flores de Bach. «Tengo un niño que se negaba a entrar a consulta, porque tenía miedo de todo el mundo. En seis meses de terapia floral, fue capaz de entrar y conversarme, estar muy contento, y hasta proponerme un juego».

Cómo actúan en el organismo

La terapia floral ayuda a los niños a sobrellevar sus enfermedades y mejorar los síntomas. Según la sicóloga Soledad Ross, todas las emociones tienen una cierta frecuencia vibratoria, y lo que hacen las esencias florales – preparadas a partir de la energía de 38 flores que el doctor Edward Bach, el mentor de esta terapia, asoció a distintos estados emocionales- es vibrar en la misma frecuencia de esa emoción, equilibrándola.

«Cuando el niño toma la esencia correspondiente, esa energía entra directamente en resonancia con el estado negativo, armonizándolo. Las enfermedades son como los virus computacionales, entran en una persona somatizando el cuerpo, bajando sus defensas físicas y emocionales. Las flores llegan a ese núcleo, revirtiendo el desequilibrio», complementa la terapeuta floral Maud Ferrés, una de las pioneras en usar flores de Bach en niños. Entre sus pacientes no sólo hay niños con déficit atencional, hiperactividad o miedos. También hay otros con síndrome de Down y autistas. «Tuve un niño que comenzó a tomar sus gotitas y lentamente empezó a tomar contacto con sus padres. Un día, la madre me llamó muy impresionada, porque ella tenía un ritual en la noche de acostarlo, darle un besito y después las gotitas. Una noche olvidó darle las gotas. Y el niño comenzó a quejarse. Se formó todo un mundo de energía entre esa madre y su hijo», recuerda.

Todos los niños, independientemente del mal que padezcan, son candidatos a la terapia floral, un tratamiento sumamente individual. Lo primero que realiza un terapeuta al recibir a un niño es conversar con sus padres, para que ellos le cuenten la historia de ese niño desde que la madre quedó embarazada en adelante. «La historia de un niño tiene mucho que ver con la historia que la mamá tuvo. Los niños nacen con un determinado temperamento, con una esencia, que se va construyendo a partir de su historia», sostiene la educadora de párvulos y terapeuta floral infantil Carola Mella.

Después de esa reconstrucción de la historia del paciente, la terapeuta hace una preparación de esencias de acuerdo a las emociones que el niño necesita equilibrar. Los primeros tres días, las emociones que se quiere equilibrar reaccionan exacerbándose, pero a partir del quinto día, los resultados comienzan a ser evidentes. Así le sucedió a Florencia, la hija de Luz María Venegas. «Entre el tercer y el primer día se puso el doble de desordenada, impulsiva. Costaba para que se quedara dormida, era imposible que siguiera instrucciones. Pero al cuarto día mi hija era otra niñita. Estaba en calma, focalizada en lo que tenía que hacer».

¿Por qué sucede esto? Porque las flores de Bach no cambian la esencia del niño. Lo que produce el tratamiento es un cambio de conciencia, al quedar los sentimientos negativos lejos de la siquis, «pero el niño no dejará de ser inquieto ni se convertirá en un mueble; sí estará más armónico dentro de su inquietud, tendrá más tiempo de reposo», explica Carola Mella. La sicóloga Soledad Ross complementa esta visión: «Las flores le permiten al niño entender por qué tiene el trastorno y hacer un cambio interno. En el caso del déficit atencional, por ejemplo, como el medicamento les permite tener un mejor rendimiento y enfocarse, la esencia les permite darse cuenta de las cosas que les distraen, conservando su estilo».

No reemplazan a los medicamentos

Ignacia Provoste, con cinco años recién cumplidos, tiene un diagnóstico médico de hiperactividad. Por sus problemas de lenguaje, su madre, Paula Guerra, primero la llevó a un fonoaudiólogo y después a la neuróloga. «A los cuatro años, la doctora me ofreció Ritalín; no me dijo la niña debe tomarlo, pero sí que lo viera como una posibilidad, porque si no le sería muy difícil entrar al colegio. Pero yo soy enemiga de los remedios químicos, así es que deseché la opción en un primer momento», dice Paula.

Fue así como llegó a la consulta de Carola Mella. Desde hace dos años que está con flores de Bach. «Ella le dio gotitas y a los cuatro días dejó de hacerse pipí y de tartamudear. Su problema de hiperactividad disminuyó, pero no en un 100%. Las gotas no son milagrosas, porque la esencia de la Ignacia es ser inquieta. Ahora ya entró al colegio y está bien. Hace dos meses la llevé al neurólogo y me dijo que todavía era muy chica para darle remedios».

Cuándo optar por una terapia tradicional y cuándo quedarse con la complementaria es una disyuntiva para las madres que no quieren darles medicamentos a sus hijos. La neurosiquiatra Amanda Céspedes aclara que lo primero que debe hacer una madre cuando su hijo tiene algún trastorno es llevarlo al doctor, y ocupar la terapia complementaria como un tratamiento que ayuda, pero que en ningún caso reemplace al tratamiento médico.

«El primer error que puede cometer una madre es creer que la terapia floral es una terapia farmacológica. Obviamente, como mamá puedo tener miedo de darle un medicamento al niño, entonces tiendo a buscar algo más natural. Pero ahí hay un error, porque las terapias complementarias no son medicamentos, sino una vía para encontrar la sanación de las emociones».

Llevar al niño al terapeuta floral antes que al doctor, explica Amanda Céspedes, sería como hacer equivalentes el remedio a la terapia floral. «Y es todo lo contrario. En el caso del déficit atencional, que es mi área, yo a las mamás les explico que el medicamento les ayudará mucho, y que las flores son un camino para que este niño empiece a ser más feliz, más tranquilo, estable. Son dos caminos tan distintos que uno no puede reemplazar al otro, sino que se complementan».

Pese a que la terapia floral está reconocida desde 1975 por la OMS, y que desde hace un par de semanas el Ministerio de Salud la aprobó como terapia complementaria – y está estudiando incluirla dentro de las prestaciones que Fonasa cubre en el sector público- , hay bastante reticencia de la comunidad médica a recomendarla a sus pacientes como terapia complementaria. «Cuesta entenderla, y muchas personas piensan que sólo es sugestión», reconoce la doctora Amanda Céspedes. Sin embargo, asegura que no es un placebo. «Tienen todo el derecho a decir que no, que no creen. Pero ¿cómo refutas los cambios que se pueden ver en un autista severo después de tomar flores de Bach. Es imposible que ese niño, al ver un frasquito, pueda decir: ese frasquito me hará bien. Incluso a veces hay que perseguirlo para que las tome. Pero las toma y cambia. Eso es real».

Artículo escrito por la periodista Magdalena Andrade N. y publicado el martes 12 de diciembre de 2006 en la revista YA del Mercurio.